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Soy de letras porque el mundo me hizo así

– Entonces, ¿qué carrera piensas hacer?

– Pues tengo aún dudas, estaba pensando en Filosofía, o quizás en Políticas. Y también me atraen la Historia y la Filología.

– ¡Uy! No, bien, bien. Bien. No. Hmmmmm. Pero tú, tienes buenas notas, ¿no? Eres buen estudiante.

– Sí.

– Y, ¿no es un poco desprovechar tu talento hacer una carrera de letras?

– ¿Por qué lo dices?

– Pues no lo sé. Es más fácil, ¿no? Tú puedes hacer algo más exigente.

– ¿Como qué?

– Una ingeniería, medicina. O física o matemáticas, ¿no?

– ¿Es una ingeniería más difícil que la filosofía?

– Hmmmm, claro, ¿no?

– ¿Qué es más difícil de comprender? ¿Los frenos de un coche o el alma humana?

– Jajajaja, bueno, te estás poniendo lírico…

– Vale, no nos pogamos líricos. ¿Qué es más fácil de comprender, un panel solar o el origen de la crisis económica y política actual?

– Pues no lo sé, pero el caso es que la nota que piden para entrar en políticas es mucho más baja que en ingenierías, ¿por qué es?

– Esa pregunta es muy buena, buena de verdad. Y creo que tú sabes la respuesta.

– ¿Yo?

– Sí. Tú. Si me dejas, quiero sacártela. Vamos a averiguar por qué es más alta la nota de corte en ingenierías que en las humanidades. Veamos, ¿quién decide la nota de corte?

– Nadie la decide. Los alumnos piden la carrera que deseen, y van entrando por orden de nota.

– Y la nota de corte es entonces la nota más baja de los que lograron entrar, ¿no?

– Sí.

– Entonces, si tú fueras el rector de una universidad y quisieras subir la nota de corte de una carrera, ¿qué harías?

– Hmmm… ofrecer menos plazas.

– Por tanto, la universidad tiene cierto poder al decidir las notas de corte.

– Bueno, sí, en la medida en la que deciden cuántas plazas se ofertan.

– ¿Por qué crees, entonces, que políticas tiene una nota de corte mucho más baja que las ingenierías?

– Quizás sea porque se ofertan muchas más plazas.

– Así es. ¿Por qué se ofrecen tantas plazas? ¿Es que se necesitan muchos politólogos, filósofos, abogados…?

– No, de hecho la mayor parte termina en el paro o trabajando de algo que no tiene nada que ver.

– ¡Vaya! Entonces tenemos un dato sospechoso. Las facultades de humanidades ofertan más plazas de las que la sociedad parece requerir. ¿Por qué lo hace?

– No lo sé. ¿Tú sí?

– Hmmm… Volvamos a las ingenierías. ¿Por qué tienen unas notas de corte tan altas?

– Pues porque se ofrecen pocas plazas, ya lo hemos dicho.

– De hecho, algunos alumnos se quedan sin poder cursar una ingeniería, aunque lo hayan requerido, ¿no es así?

– Así es, ¡oh, Sócrates!

– ¿No sería lo normal que se intentaran equilibrar las notas de corte, aumentando las plazas en las facultades en las que queda gente sin entrar y reduciéndolas en las que entra mucha gente de rebote?

– Parece lógico, sí. Bueno, a no ser que la sociedad necesite especialistas en determinadas áreas.

– Ya sabemos que no es el caso. La universidad está diseñada para ofertar muchos más abogados, politólogos y filósofos de los que la sociedad necesita.

– Así es.

– Es decir, que no es que las carreras de humanidades tengan notas de corte bajas porque sean fáciles, sino porque así se ha decidido desde la autoridad.

– Vale, te lo reconozco.

– Luego, si me reconoces que el argumento de la nota de corte es falaz, ¿qué argumento te queda para decirme que las humanidades son más fáciles que la ingeniería o las ciencias?

– Espera, que me has picado. ¿Por qué se ofrecen más plazas de de humanidades o de derecho de las necesiarias, aun tolerando que la nota de corte se desplome?

– No lo sé, pero lo podemos pensar juntos. Y, mira, estamos pensando en términos políticos, económicos y legales… Además, discutir si hay una dificultad intrínseca de las distintas áreas de conocimiento es un tema bastante filosófico, ¿verdad?

– Vale, vale, no te enrolles. Vas ganando, sí. ¿Por qué puede ser que se fomente una nota de corte más baja en humanidades?

– ¿Qué efectos tiene una nota de corte más baja en una carrera?

– Alumnos menos preparados.

– Quizás sí, pero sobre todo, alumnos desmotivados.

– ¿Qué quieres decir?

– Pues que habrá muchos alumnos que no la hayan elegido como primera opción, sino como décimoquinta. No les interesa el derecho, o la filología… tenían que estudiar algo, y allí van.

– ¿Y para qué podría nadie querer alumnos desmotivados?

– Pues para bajar el nivel.

– Hmmm… ¿quieres decir que las carreras de humanidades parecen fáciles porque tienen alumnos desmotivados?

– Suena creíble. Ofreces muchas plazas, más de las que deberías. Así que sirves de carrera escoba, que recoge alumnos que no han logrado entrar en la que es su verdadera vocación. Quizás no son alumnos malos, sino que están en el sitio inapropiado.

– Bueno, los profesores les machacarán, ¿no?

– Los profesores se suelen adaptar al nivel de su alumnado.

– No siempre, en las ingenierías hay huesos famosos que se jactan de suspender a toda la clase y formar tapones de repetidores.

– Sí, pero eso no ocurre en humanidades, ¿verdad?

– Mucho menos.

– ¿Crees que esos profesores huesos lo son porque su materia es muy dura?

– No, nunca es por eso. De hecho, cuando cambia el profesor se suelen desatascar.

– ¿Y no te da eso la clave?

– No está bien visto masacrar al alumnado en carreras de humanidades. Pero sí en ingeniería.

– Eso es. Hay una especie de consigna secreta: es preciso mantener el nivel de dureza en las ingenierías, pero no en humanidades.

– ¿Una consigna secreta? Aaaaah, ¡¡conspiran todos los profesores!!

– ¡¡No, caramba!! Nadie conspira. Son estructuras sociales que hacen que determinados comportamientos estén bien vistos o mal vistos. Como si se me ocurre salir vestido de bailaor flamenco a la calle. No está prohibido por ninguna ley, pero todos me mirarán raro.

– Vale, de acuerdo. ¿Y por qué se boicotea el nivel en las facultades de humanidades?

– Hm… Imagina que tienes el poder.

– Imagino.

– Imagina que necesitas mantener a toda la población engañada. Que has montado un sistema de justificación de tu dominio basado en mentiras.

– Imagino.

– ¿Qué es lo que más miedo te da?

– Que alguien desmonte mis mentiras.

– Y ese alguien, ¿será un ingeniero o un físico?

– Quizás, pero no es probable. Es más fácil que sea un politólogo o un abogado.

– O un economista, o un historiador, o un filólogo, o un filósofo.

– Sí, alguien de humanidades.

– Sí, alguien de humanidades.

– Entonces, ¿no son más fáciles las humanidades?

– Imagina que las ciencias son como tipos de terrenos. La física es fértil, suele recompensar el esfuerzo con resultados exuberantes. La economía es seca y dura, te enfrentas a la dificultad de entender el comportamiento de millones de seres humanos. Y, además, a las mentiras que propagan los poderosos. De los físicos se espera una alta precisión y elegancia. En el caso de los economistas, se celebra cada pequeño éxito, por cutre que sea. ¿Cuál es más fácil?

– Pues no lo sé.

– Ni yo tampoco. Pero creo que los poderosos fomentan la mala economía, la mala filosofía, la mala historia. Y boicotean con todos los medios a su alcance. El más sofisticado es ahuyentar a las mentes brillantes, hacerles pensar que el estudio de las humanidades es fácil, que no es un empeño a su altura.

– ¿Hacer creer que es fácil no atrae a la gente?

– A la gente mediocre, quizás. La gente brillante se ve atraída por los retos. Diles que algo es muy difícil, y se volcarán a estudiarlo. La mecánica cuántica es difícil de comprender, así que es un reto para cabezas listas.

– ¿Y qué retos te planteas tú?

– Hay muchas preguntas que quiero responder. ¿Cómo influye la lengua en el pensamiento? ¿Podemos evitar la siguiente gran crisis del capitalismo? ¿Qué es el humor, qué nos hace reír? ¿Es posible articular un sistema de democracia directa, sin representación? ¿Cómo surgen las chispas de creatividad? ¿Por qué la matemática es tan eficiente para comprender el mundo natural? ¿Qué causa los desplazamientos en nuestro sentido de la belleza? ¿Cómo crea el poder la ilusión de libertad en la que nos movemos? ¿Por qué hay algo y no nada? Y todo esto sin renunciar a las preguntas científicas. Debo confesarlo… la verdad es que me gusta todo. Las ciencias tanto como las humanidades.

– Juuuuuuuuuu… Mira, no sé dónde acabarás, pero vas a ser un terremoto dondequiera que vayas.

 

Dedicado a kilpi

Huelga, no. Lo siguiente.

El pasado jueves la comunidad educativa española ganó una batalla a las fuerzas medievalizantes del gobierno. En un momento en el que todos hablan de caída de las fuerzas, las manifestaciones fueron nutridísimas y muy bien organizadas. El profesorado ha perdido impulso, pero lo han ganado los estudiantes y los padres. La opinión pública está de nuestro lado, la ley Wert nace muerta y la Estrategia Universidad 2015 no llegará a nacer.

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Pero la huelga fue un fracaso. Asumámoslo. Los estudiantes fueron los que vaciaron las aulas, pero no el personal. ¿Es eso importante? Mi primera tesis es que no, no lo es.

Las huelgas han forjado el Estado del Bienestar. Mil cosas que damos hoy por supuestas son logros que se arrancaron a los patronos a golpe de huelga, como la jornada de ocho horas, la eliminación del trabajo infantil… Aunque no se nos suela contar, España fue uno de los primeros países del mundo en lograr la jornada de 8 horas a nivel nacional. Fue gracias a la huelga general de 1919, que paró Cataluña… ¡¡durante cuarenta y cuatro días!!

La huelga es una herramienta de lucha de increíble eficacia en la industria, sobre todo cuando los obreros necesitan entrenamiento (y son difícilmente reemplazables). Precisamente por ello, la industria se ha ido de Europa. Los trabajadores de Bangladesh aún tienen que luchar por lo que nosotros damos por supuesto. Y Amancio Ortega se frota las manos.

La huelga es como la penicilina. Un antibiótico muy eficaz, sí, pero nosotros tenemos cáncer. Y no sirve de nada. ¿Qué quiero decir?

Con «nosotros», me refiero a los trabajadores de los servicios públicos: profesores, médicos, bomberos, científicos… Cuando el patrón quiere cerrar la fábrica, la huelga no le hace daño. Si los empleados públicos paramos, no perjudicamos a nuestro patrón. De hecho, le permitimos ahorrar un día (y pico) de sueldo, y le damos un argumento para convencer a la población de la necesidad de privatización.

Entonces… ¿han sido un error las huelgas? En absoluto, fueron un acierto. La marea verde consiguió el punto clave que jamás había tenido el profesorado en España: cohesión. Hacer algo, todos juntos, aunque fuera tocarnos el lóbulo izquierdo. Saber que el 90% de los profesores de Madrid estaban dispuestos a perder un día de sueldo sin esperar tener ninguna ventaja salarial fue lo que creó la mística de las mareas. La lucha no es por defender derechos laborales, sino la calidad del servicio público prestado. Por eso los primeros colectivos más valorados por la población son los trabajadores públicos que citaba antes: médicos, científicos, profesores… Las huelgas nos han forjado.

Pero, ¿hay que continuar? No. El «momento-huelga» ya pasó. Ahora hay que dar el siguiente paso, el que haga daño de verdad. Ya no nos jugaremos un día de sueldo, sino un expediente disciplinario. Hay que pasar a la desobediencia civil, y vulnerar las normas que nos imponen, siempre en favor del servicio público prestado.

¿Ejemplos? Seguir dando cobertura médica a los sin-papeles; negarse a la expulsión de alumnos por impago de la matrícula; no aceptar en los colegios a directores nombrados desde la administración; abrir los centros a deshoras, para realizar más actividades para la comunidad. Si estamos suficientemente organizados, podemos paralizar el cobro de las matrículas, repartir medicamentos de manera gratuita, dar las clases de manera continuada en la calle o en edificios públicos. Y eso sólo son ejemplos, ideas a bote pronto. La inteligencia colectiva del millón de personas que llenó las calles de este país dará para muchísimo más.

La lucha tiene muchos frentes, pero ahora mismo los frente más importantes son los de la imaginación y la voluntad. No podemos dejarnos llevar por ese pesimismo que nos quieren inocular. Se dan, perfectamente, las condiciones objetivas para nuestra victoria: el país sigue siendo rico, la población está harta. Si nos dejamos aplastar será sólo porque nos falta la vena combativa que tuvieron nuestros bisabuelos en 1919. Y entonces será el final de este país.

A partir de una conversación con Migeru

¿Escuelas para niños y escuelas para niñas?

La Historia funciona como un péndulo. Decenios de convencimiento de que las niñas y los niños tienen que educarse juntos, y los últimos años ven el avance de las posiciones segregacionistas. Están de vuelta. Pero, como siempre, con un matiz: ahora vienen disfrazadas con ropaje científico.

Un reciente artículo de la revista Science, titulado «The pseudoscience of sex-seggregated schooling» discute con profusión la evidencia astrológica pseudocientífica que apoya la segregación por sexos. Me encantó la descripción de las ideas de Leonard Sax, que explica que en el entorno escolar, «los chicos activan el sistema simpático, mientras que las chicas activan el parasimpático». Ambos sistemas, Mr. Sax, son complementarios en su uso. Es como decir que hay gente que conduce con el acelerador y gente que conduce con el freno. Pues no, oiga. Pero, de todas formas, estudiemos qué quería decir este señor con esas palabras. Pues, como siempre, se trata de nociones de sentido común tradicional, expresadas con palabras tomadas del griego. Según Mr. Sax, los niños se sienten motivados por los profesores dinámicos y agresivos («¡Vamos, Gutiérrez, dígame la respuesta, sé que usted la sabe!»), mientras que las niñas se sienten mejor en un ambiente más agradable («Vamos, Cristina, cariño, saca el cuaderno»). En 13 años de docencia y en largos años de experiencia con las mujeres es la primera vez que oigo a alguien decir, sin partirse el culo de la risa, que a las mujeres les disgusta que les den caña. Mrs. Sax debe ser una mujer muy desgraciada.

¿Hay estilos cognitivos diferentes, de niños y de niñas? Sí, claro que los hay. ¿Están biológicamente determinados? No lo creo. Daré mi razonamiento. Hace 100 años (no es tanto), era difícil creer que las mujeres pudieran estudiar matemáticas. Gente muy erudita explicaba a quien quisiera escucharles que el cerebro de la mujer estaba mal adaptado a una ciencia tan abstracta. Hoy en día, las facultades de ciencias matemáticas tienen muchas más alumnas que alumnos. Y pronto tendrán más profesoras que profesores. Pero hay mucha gente que opina que el proceso de adaptación ya terminó, y que las diferencias entre niños y niñas, a día de hoy, ya son meramente biológicas. A diferencia de las de hace un siglo, que no lo eran. ¿Por qué iba a ser así, cuando aún vemos los patrones evolucionar?

Una profesión que hemos visto feminizarse ante nuestros propios ojos ha sido la de médico. Cuando yo era niño (poco después de que Franco la espichara) era raro ver médicas (no sé ni quiero saber cómo dice la RAE que debo escribir esa palabra, ahorraros los comentarios). Hoy en día, comienza a ser infrecuente ver hombres. Y, al mismo tiempo, el prestigio de la profesión médica se ha ido reduciendo considerablemente. La sociedad aún contiene mil subterfugios machistas.

Una de las pocas profesiones masculinas de prestigio que quedan es la ingeniería. ¿Qué ocurrirá cuando las mujeres la asalten? «No ocurrirá», dicen algunos. ¿Por qué? Pues porque a las mujeres no les interesa la ingeniería. ¿Por qué? (insisto) Pues (me dicen) porque es demasiado abstracta. OK, claro. En cambio las matemáticas y la filosofía son la esencia de la concreción. Y entonces me replican: es que se ocupa de cosas demasiado prácticas. Claro, claro. Ahora a las mujeres lo práctico no les atrae, sólo lo abstracto. No te jiba. Este tipo de respuestas contradictorias son base en la comprensión que los hombres tienen de las mujeres. Dos frases que me encantan, y que puedes oír en la misma conversación: «Con las mujeres, ya se sabe» y «Con las mujeres, nunca se sabe».

Las diferencias de comportamiento entre hombres y mujeres tienen orígenes muy sutiles. Y es normal que sea así: han sido clave para el funcionamiento de la especie durante milenios sin ser biológicas. Por tanto, tienen que estar muy bien enraizadas en la cultura. Os pongo un ejemplo que me dio una profe de filosofía amiga mía. Una chica de 15 años tiene un disgusto grave en clase. Cualquier cosa: pelea con las amigas, una mala nota inesperada… La chica se echa a llorar en el aula. Sus amigas la arropan, el profesor la deja salir de clase para tranquilizarse. Un chico de 15 años tiene un disgusto grave en clase. La misma cosa: pelea con los amigos, una mala nota inesperada. Pero no puede echarse a llorar. ¿Qué hace? Se sienta al fondo de la clase, cabreado con el mundo, reconcentrado en sí mismo. El profesor le pide que salga a la pizarra, y le da una mala respuesta en la que encauza toda su frustración. El profesor, sin saber qué es lo que sucede, le pone un parte… o adopta el castigo que considere, comenzando quizá una mala relación que durará el resto del curso. ¿A que no era fácil de diagnosticar?

Volviendo a las escuelas segregadas, se nos dice que las niñas obtienen mejores notas en ciencias en ellas, debido a que no deben cumplir estereotipos sexuales. Quizás sea cierto, quizá no, pero no quiero que ésa sea la solución al problema. Primero, porque no será una solución real: quizá mejores las notas, pero empeoras netamente la adaptación social. Por ejemplo, está documentado que los hombres que se han educado en escuelas segregadas son más propensos al fracaso matrimonial (entre las mujeres no existe correlación significativa). La vida real es mixta, los hombres y las mujeres estamos mezclados. Afortunadamente. Y no quiero un mundo que no sea así, no me da la gana. No sé cuál debe ser el papel del sexo en nuestra sociedad. Reconozco que alterno mi visión. A veces pienso que sólo debería ser importante en la cama. A veces pienso que las diferencias sexuales son un motor importante de nuestra actividad. Vale. Pero, en cualquier caso, todos juntos, y dando a todos las mismas oportunidades.

Por último: ¿no os recuerda a la doctrina racista de EEUU: iguales pero separados?

Cada día un poco más maestros

La lengua castellana, en ocasiones tan sutil, distingue entre profesor y maestro. El profesor enseña. Imparte clases. El maestro educa. Y educar significa, etimológicamente, extraer. El maestro no mete cosas en tu cabeza, sino que te hace salir a buscarlas. Se es profesor en cuanto eres responsable de un grupo de clase. Maestro es un título que te tienes que ganar.

Son las maestras y los maestros quienes encauzan nuestra natural curiosidad por el mundo, y la convierten en el placer de estudiar e investigar.

Sabes que has tenido un maestro cuando hay un día de clase, o quizás una conversación de pasillo, que recuerdas toda tu vida. Porque, en cinco minutos, tu perspectiva dio un vuelco, y eso te causó una alegría y un orgullo que aún resuena en tu cabeza. Un maestro, una maestra, es feliz el día que consigue hacer magia en clase: esos días en los que el grupo te mira embobado, van de sorpresa en sorpresa, se ríen, piensan, se acaloran…

A un maestro le importan un rábano las notas, sabe que la evaluación es un proceso multidimensional que nunca cabe en un número. Le importan sus alumnos, cada alumno. Y le apasionan las cosas que les muestra. Una maestra, un maestro, no trabaja seis horas al día, del mismo modo que un presentador de noticias no trabaja media hora al día, ni un futbolista trabaja noventa minutos a la semana. Lleva el trabajo siempre consigo, es su condena y su pasión. No le entra en la cabeza que estudiar sea un sacrificio. No. Estudiar es un esfuerzo, claro. Y cansa. Sí. También cansa hacer el amor, y a nadie le parece que se haga por sacrificio.

A una maestra, a un maestro, le revienta que se sacralice al temario o los criterios de evaluación. Sus mejores clases son, muchas veces, las que el destino ha llevado por derroteros alejados del programa oficial. Un maestro educa fuera del aula tanto como dentro. Educa, y mucho, cuando circunstancias extra-académicas le dan ocasión de demostrar qué significa tener dignidad, coraje, compasión, tolerancia, simpatía, responsabilidad, madurez y capacidad de reflexión.

Una maestra, un maestro, educa cuando se rebela contra un gobierno indigno y le planta cara, asumiendo las consecuencias. Cuando le explica a sus alumnos que renuncia a un día de su sueldo porque le importa en qué condiciones da las clases. Cuando van juntos a la manifestación y les muestra cómo ejerce la ciudadanía sus derechos democráticos. Cuando les enseña a mantener la calma pese a las provocaciones y les muestra cómo canalizar su indignación.

Y estará educando el día que venzamos. El día que en este país la educación vuelva a ser una prioridad y no un lujo. Ese día la maestra, el maestro, explicará a sus alumnos que las victorias verdaderas se reconocen porque no hay vencidos. Porque ganan hasta los que lucharon en el bando contrario. Sobre todo, de hecho, los que lucharon en el bando contrario. Porque no sólo venceremos, sino que convenceremos.

Estoy orgulloso de mis compañeros y compañeras de la pública, desde infantil hasta la universidad. Cada día somos un poco más maestros.

 

 

Teaching English as a foreign language

Dedico este post a los profes de inglés como lengua extranjera, en España y en todo el mundo.

Nuetra lideresa propone que el inglés en Madrid lo enseñen profesores nativos. Como en toda política de raza, hay que distinguir entre la intención manifiesta y la intención latente. La primera es bien obvia: que el alumnado aprenda la lengua de Shakespeare de la mano de gente que la aprendió en la cuna, en contraposición a gente que la aprendió en la facultad, o en escuelas de idiomas.

Pero… ¿por qué eso iba a ser mejor? Veamos. ¿Por qué es importante aprender inglés? ¿Porque nos importa especialmente la cultura británica? No. Porque es la lengua vehicular, la que nos permite comunicarnos globalmente, en todo el mundo. Si aún fuera el latín o el francés, serían las lenguas que aprenderíamos. El inglés es la lengua del imperio, y todos debemos aprenderla. Eso supone una clara ventaja para aquellos que la aprendieron entre toma y toma del pecho de su madre. Pero esta ventaja tiene un inconveniente necesario: desde el momento en que es la lengua global, se convierte en la lengua de todos. El inglés es tan de los británicos como mío. El latín medieval no conserva la pureza de Catulo, y la koiné (el griego helenístico) está muy lejos de la lengua de Platón. El inglés evolucionará también: cambiará su fonética, su léxico y su sintaxis. Y, como la koiné y el latín, también será desplazado por otra lengua (¿el chino, quizá?), que sufrirá el mismo destino.

Entonces, ¿qué significa hablar inglés bien? Significa entender las catorcemil variantes: entender el inglés de un cockney londinense, de un neoyorkino… y también el de un señor de Calcuta, o el de una señora de Leipzig. Queremos comunicarnos en todo el mundo, no aprender teatro isabelino. (Bueno, aprender teatro isabelino también, pero hay un momento para cada cosa.)

Los profesores de inglés nacidos en España, que dominen el inglés en la forma profunda que os digo, que hayan viajado y hayan comprobado que jamás la comunicación fue un problema para ellos… pero que conozcan la realidad del alumnado español, que puedan predecir sus errores de comprensión, su uso de los false friends, su lucha con los phrasals, que entiendan por qué se ríen todos cuando alguien dice from lost to the river

Pero la lideresa quiere profesores baratos. Inglesitos e inglesitas jóvenes e inexperimentados que quieran vivir un año en España, y acepten un sueldo de miseria. Chicos y chicas cuyo conocimiento de su propia gramática y literatura suele estar a años luz de nuestros profesores, que son filólogos… cuya única ventaja es haber hablado inglés desde su niñez.

Yo he dado clase varios años de matemáticas en inglés, a alumnos de ingeniería en la Universidad Carlos III de Madrid. La experiencia es globalmente muy positiva. Decidí desde el primer momento que no me esforzaría especialmente en hablar un inglés puro. Que hablaría como lo hago en los congresos internacionales, o cuando estoy de estancia en cualquier país del mundo. Soy de esas personas para las cuales la comunicación nunca fue un problema. He usado el inglés para comunicarme con británicos, americanos, indios, alemanes, chinos, vietnamitas, polacos, rusos, egipcios… ¡Para eso sirve el inglés!

Y tuve profesores de inglés de los dos tipos: nativos y nacionales. Pero quien me enseñó inglés de verdad fue un argentino.

Sugerencia a la Marea Verde

¿Por qué no abandonar las aseguradoras privadas a las que da derecho MUFACE? ¿Por qué no decir adiós a ASISA, ADESLAS, SANITAS y todas las demás compañías que se lucran con la sanidad?

Debido a accidentes históricos, en España los funcionarios civiles del Estado no están afiliados a la Seguridad Social, sino a una mutua de funcionarios que surgió con anterioridad, llamada MUFACE. Como parte del «salario en especie», MUFACE permite elegir a sus mutualistas: ¿sanidad pública o privada? Pueden, si así lo desean, inscribirse en el INSALUD (la sanidad pública). O pueden contratar su seguro médico con una serie de compañías privadas: ASISA, ADESLAS, SANITAS… u otras que ahora no recuerdo. Sin ningún coste.

Esto no es cierto de todos los empleados públicos, sólo de los funcionarios civiles. Yo fui funcionario de carrera (profesor de educación secundaria) durante 9 años, inscrito al INSALUD por decisión personal. Y tuve que soportar la presión de las compañías privadas antedichas para que eligiera sanidad privada.

Si tanto empeño tenía la Administración en ahorrar, ¿por qué no ha propuesto eliminar la elección pública/privada para los funcionarios? Es cierto que, a partir de ahora, los nuevos funcionarios no tendrán esta opción. Pero, ¿por qué han considerado preferible bajar los sueldos, antes que terminar con este despilfarro? La respuesta es obvia: las empresas de sanidad privada son un lobby poderoso en España, gran parte de cuyo negocio se obtiene gracias a MUFACE.

¿Cómo es posible que los funcionarios, empleados públicos, no den ejemplo y tengan sanidad privada de oficio? Los empleados públicos tenemos que ser los primeros en dar ejemplo. Por eso hago esta propuesta a la Marea Verde, y a todos los funcionarios del país: apostar por la sanidad pública, precisamente en el momento en el que está recibiendo ataques más violentos.

Conformismo, disidencia y educación

Toda sociedad tiene dos grandes fuerzas en su interior: el conformismo y la disidencia. El conformismo es estupendo la mayor parte del tiempo, sobre todo para los poderosos (i.e.: la fracción de la sociedad que obtiene más de lo que da). A lo largo de la Historia, se han inventado miles de métodos para asegurar el conformismo social, no voy a discutirlos ahora. Pero el conformismo, en sí mismo, tiene una pega. Si aparecen problemas nuevos, se bloquea.

Es por eso que toda sociedad necesita tolerar cierto grado de disidencia. Es decir: gente que piensa fuera de los caminos trillados, que explora nuevos enfoques. Esa gente es, en muchos casos, crítica con el funcionamiento social. Es más fácil que se den cuenta de las injusticias, porque están acostumbrados a razonar por sí mismos, al pensamiento crítico, y  las técnicas usuales de inducción al conformismo no funcionan con ellos. A veces tienen ideas locas, pero cuando hay una idea original e innovadora, viene de ellos. Es la gente, por tanto, que proporciona soluciones a los nuevos problemas.

¿Cuándo hace falta la disidencia? Pues, sobre todo, cuando las circunstancias sociales cambian con rapidez. Por ejemplo, en momentos de rápida evolución técnica o social.

¿Cuándo se tolera la disidencia? Cuando los poderosos se sienten fuertes y legitimados.

Desde la Segunda Guerra Mundial, el esquema social de Occidente era un ejemplo de tolerancia de la disidencia que ha permitido un enorme avance. Los poderosos se sentían fuertes y legitimados, debido a que, aunque su fracción del pastel no dejaba de crecer, el bienestar de las clases populares también aumentaba en el tiempo. El sistema funcionaba, sí. Pero tenía en sí mismo las semillas de su destrucción, como ya hemos discutido en el post anterior. En estos momentos nos encontramos con una clase alta cada vez más deslegitimada, que va a intentar coartar la disidencia, precisamente en el momento en el que más la necesitamos.

¿Y la educación?  La educación de calidad siempre abre las puertas a la disidencia, y los poderosos no quieren que esa arma esté al alcance de las clases trabajadoras. Pero hay un modelo educativo que puede ser un arma en favor del conformismo. Claro, hablamos de la educación cutre, casposa, que podríamos llamar adoctrinamiento. La señora Aguirre aboga por este modelo educativo para las clases populares. Elijan ustedes: escuela concertada, casposa y opusina; o escuela pública, infradotada y abarrotada.

El profesorado de la pública ha ido mejorando a lo largo de los últimos treinta años, sobre todo en su capacidad para hacer pensar, para inducir al pensamiento crítico. Realmente, desde el punto de vista social, es una bendición, es lo que necesitamos: que toda la inteligencia del país (del mundo) se enfoque en cómo salir del maremagnum en el que los poderosos nos han metido. Pero la señora Aguirre, y los de su calaña, no opinan igual. Como no pueden despedir al profesorado (al menos, no de una tacada), lo intentarán desmoralizar, intentará aumentar el número de alumnos por clase, quitarle el margen de maniobra, hacer su labor inútil. Que sólo puedan formar en el conformismo, que sólo puedan educar a camareros del McDonald’s.

Y, puestos a ser cínicos…

Puestos a ser cínicos, voy a intentar convenceros de la plausibilidad de la siguiente tesis: una de las razones de la batalla contra la educación pública es el intento del PP de que el PSOE no colapse.

Repasemos los hechos.

0.- ¿Por qué toman todos los PP regionales, la marquesa y sus acólitos, medidas tan impopulares unos meses antes de las elecciones? Están desmantelando la educación pública, descaradamente, en medio de insultos innecesarios y gratuitos. ¿Realmente es imprescindible para cuadrar las cuentas públicas? No (pues podrían dejar de subvencionar la privada). ¿Ganan así votos? No creo… e incluso alguno podrán perder. Entonces, ¿por qué no esperan al curso que viene?

1.- Sociología electoral básica. El número de votos del PP se mantiene prácticamente constante de elección en elección. Los votantes del PP son como seguidores de un equipo de fútbol, no importa si su equipo lo hace bien o mal, hay que sentir los colores. En cambio, los votantes de partidos que llevan la etiqueta de izquierda son mucho más veleidosos. El PSOE no es de izquierdas, lo sabemos, pero sus votantes lo son. Y cuando son desilusionados, se quedan en casa. Cuando el PP gana, no es porque obtenga más votos, sino porque los votantes del PSOE se han abstenido.

1(bis).- (Pregunta al vuelo. ¿Qué proporción de los padres que son votantes del PP llevan a sus hijos a la escuela pública en Madrid? ¿Y en otras partes de España?)

2.- En este momento, el PSOE está en sus momentos más bajos. Zapatero ha hecho una política espantosamente de derechas, y Rubalcaba ha apoyado todas y cada una de las medidas. Los votantes del PSOE, según dicen las encuestas, se quedarán en casa el 20-N. Los votantes del PP irán en manada, así que la mayoría absoluta está asegurada. La catástrofe de PSOE puede ser abrumadora.

3.- El PP necesita al PSOE, como el PSOE necesita al PP. En realidad, los dos son marionetas gobernadas por el mismo titiritero. Retórica aparte, es la falsa tensión dialéctica entre los dos partidos lo que hace a la población seguir creyendo (aunque cada vez menos) en el régimen político español. Si el PSOE se hundiera definitivamente, ocurrirían varias cosas que no interesan ni al PP ni al verdadero poder. Primero: la sensación de no-representación se agudizaría: los votantes de izquierda que se han abstenido se sentirían desligados del sistema, que perdería legitimidad. Segundo: eso haría a esa gente acercarse a movimientos extraparlamentarios, como el 15-M, que pone mucho más el dedo en la llaga que ningún partido. Tercero: habría que gastar tiempo y dinero en domesticar a otras fuerzas políticas que, quizás, aprovecharían la caída del PSOE para ascender… y pienso más en UPyD que en IU. Más aún: UPyD no sólo robaría votos del PSOE, sino también del PP, al que consideran demasiado «suave» en cuestiones territoriales.

4.- Los recortes en educación, hechos con unos malos modos innecesarios, típicos de Aznar en su peor momento, están dando al PSOE un campo de batalla en el que la victoria (moral) es fácil. Ellos dicen: «recortes sí, claro, pero no en educación». Así, en Madrid, Castilla-La Mancha, Galicia, Navarra, etc., se están erigiendo como defensores de la escuela pública. Eso, sin duda, les proporcionará algunos miles de votos, si lo saben gestionar.

La tesis queda así apuntalada. Los recortes en educación, hechos con malos modos, responden a dos motivos. El más importante es la privatización de los servicios públicos, con el fin de dar nuevas oportunidades de negocio al capital. El segundo se refiere al cuándo, por qué justo ahora, y justo así. Y creo que es para dar un respiro al PSOE.

¿Os acordáis del año 2004, antes de las elecciones? Nos echábamos a la calle, en masa, por motivos que eran cien veces menos importantes que los actuales. La guerra de Irak, el Prestige, la reforma laboral… eran peccata minuta en comparación con los desmanes que los dos partidos mayoritarios están llevando a cabo. Pero, de nuevo, sociología política básica: la población se echa a la calle con más facilidad contra el PP que contra el PSOE. Es por eso que los poderosos, de vez en cuando, fomentan un gobierno socialista: para calmar la crispación social, terminar la conflictividad laboral, etc.

Mi pronóstico. Ganará el PP, sí, pero el PSOE no se hundirá tanto. El PP va a ser estúpido y borde en estos meses, más que de costumbre, y eso levantará a los votantes del PSOE que aún no se han dado cuenta del juego. Pero, si os tengo que decir la verdad, puestos a elegir, prefiero que gobierne el PP. ¿Por qué? ¿No es obvio? Hacen lo mismo, pero la gente se vuelve mucho más levantisca. Rajoy ganará, pero no estoy seguro de que pueda gobernar. Eso sí, el PSOE no tendrá poder moral para comportarse como una verdadera oposición. La verdadera oposición la hará el 15-M. Y por eso el PP lo odia tanto, porque es un movimiento entrometido que está interfieriendo en sus planes.

La Educación Pública despierta

La Educación Pública en Madrid despierta… Y nuestra Thatcher chulapa tiembla.

No lo podía creer, unas 4.000 personas abarrotábamos el auditorio, indignados por el ataque a la educación pública. Fuera, unas 500 personas más no pudieron entrar, y organizaron una asamblea paralela. Fueron muchas las personas que subieron a hablar, y me fascinó la claridad de ideas, y la creatividad en las propuestas. Realmente, algo ha cambiado. Me sentí muy orgulloso de los que, a pesar de mi ir y venir, siguen siendo mis compañeros.

¿Cuál es el conflicto? ¿Son dos horas más de clase? Nop. ¿Cuestión salarial? Nop. Es, para empezar, porque se despide a más de 3.000 compañeros. Pero en realidad, el conflicto va mucho más allá. Esto es, quizás, lo más interesante: el conflicto es de un tipo muy nuevo.  Como os digo, algo ha cambiado.

Nuestra Thatcher violetera, la señora Aguirre, quiere desmantelar los servicios públicos. ¿Por qué? Para crear oportunidades de negocio a los de su clase (léase calaña), es decir: a todo ese dinero suelto buscando rentabilidad alta y fácil. Sus presas clave son la sanidad y la educación. Es mucho dinero, muchísimo… y una clientela cautiva.

Primero, desmontemos las excusas. Recordad, como os digo siempre: no luchamos contra el error, sino contra la mentira.

1.- «No hay dinero». Primera Mentira. La Comunidad de Madrid tiene, según ella misma dice, el déficit fiscal más bajo de España. Si fuera cierto, ¿por qué hemos universalizado la desgravación del gasto en escuela privada? Hasta el año pasado, sólo se podían desgravar las familias pobres (ya un sinsentido, existiendo la enseñanza pública…) Con esa medida, la CAM dejará de ingresar 90 millones de euros. Menos que los 80 millones que se ahorrará con el despido masivo:

2.- «La medida es buena para el país, en tiempo de crisis». Segunda Mentira. ¿¡Reducir la calidad educativa puede ser bueno!? E incluso en términos meramente económicos: 3.000 desempleados más no son buenos para el país. Menos demanda, la economía se enfriará aún más, más pymes cerrarán, más paro… ¿Veis el círculo? Pues ella no.

3.- «Los profesores deberían estar contentos, al menos tienen trabajo fijo». Esta mentira es especialmente insidiosa. Precisamente la gracia de la crisis es insertar ese pensamiento en la clase trabajadora: «al menos trabajas, así que cállate». En un régimen fascista, el trabajador se calla por miedo a las pistolas. En un régimen capitalista, por miedo al paro. Bueno, yo prefiero no callar.

4.- «Los profesores son egoístas, sólo quieren trabajar 18 horas semanales». Cuarta y más sucia de las Mentiras. Los profesores trabajan, en el centro, 37’5 horas semanales, de las cuales son de docencia directa entre 18 y 21. Y muchas más en su casa, preparando clases y
corrigiendo. Muchos profesores dan 20 y 21 horas de clase semanales, ése no es el problema, para nada.

Luego… ¿cuál es el problema? Vayamos de lo particular a lo general. En primer lugar, la reducción de personal se traduce en aumento de la ratio: pasaremos, de los 30 alumnos por aula que marca la ley, a 35 ó 40. ¿Supone eso alguna diferencia? Sí, una diferencia enorme. Se pierden refuerzos y desdobles, que es la clave de la calidad educativa en estos momentos.

Dar clase será más difícil, los resultados académicos serán peores. El profesorado se verá más impotente aún para llevar a cabo su labor. El alumnado, viendo el fracaso, también se desmotivará más. Los informes PISA y similares hablarán de nuevas caídas del sistema educativo español.

Una parte esencial del Plan Aguirre es la desmotivación del profesorado. Os pongo ejemplos. A día de hoy, más de 1.000 profesores están aún a la espera de destino. No van a ser despedidos, porque son funcionarios de carrera (los despedidos son interinos). Estamos a 2 de septiembre, ¿por qué no tienen destino? Fácil: para crear nerviosismo, incertidumbre, frustración. Sensación de inseguridad.

Insisto: ¿por qué? La escuela privada no consigue competir con la pública. La educación pública tiene el mejor profesorado, porque no elige a dedo, paga mejor y da mejores condiciones de trabajo. Para empezar, la libertad de cátedra. Mejorar la escuela privada implicaría una inversión que nadie está dispuesto a hacer. Si queremos transferir, por tanto, alumnos de una a otra, debemos hundir la pública. No hay nada que deje de hacer nuestra Thatcher con peineta con este fin.

¿Y qué va a hacer el profesorado? Espero sólo que mantenga la unidad de acción. Dada la trayectoria desmovilizada de este colectivo, no importa mucho lo que se haga, lo que sea, pero que lo hagamos todos juntos. Un 90%, aunque sea tocarnos todos la oreja derecha. Luego, cuando veamos la unidad conseguida, podremos plantearnos lo que queramos.

La batalla va a ser dura, porque el PP se sabe tan ganador de las próximas elecciones, que no hay nada que no esté dispuesto a hacer. Nuestra Thatcher beata se inventará su policía chulapa, que cantará a coro «una morena y una rubia» mientras reparte palos, a perroflautas del 15m y profesores por igual… Esta mujer, como ya sabemos, tocó su techo literario con la lectura de la gran escritora Sara Mago (no es apócrifo, leed aquí).

Un par de consejos. Van a intentar dividirnos. Van a intentar enfrentar a profesores contra sindicatos, primaria contra secundaria, padres contra profesores. Creo que algo hemos aprendido: nada de líderes, nada de enfrentamientos estériles, buscar siempre los puntos
de acuerdo entre nosotros. La filosofía 15m, que tanto les revienta. Y mucha imaginación: huelga, sí. Pero mucho más: encierros en los institutos, permitir que los padres y los alumnos se involucren, boicotear la burocracia de la consejería, huelga japonesa (dar clase por las tardes), usad la camiseta verde (yo quiero una!!), difundid, difundid, difundid…!!

Lo que nos jugamos es la existencia de la educación pública, en la que el profesorado ingresa por mérito y no por confesionalidad, que se gestiona con criterios didácticos y no crematísticos, donde cabemos todos, ricos y pobres, listos y menos listos. Una educación pública de calidad es la garantía de la igualdad de oportunidades que deseamos: que el nacimiento no determine tu destino en el mundo. Algo que nuestra Thatcher taurina, la condesa de Murillo no quiere, claro está. No quiere ciudadanos, sino súbditos.

La España de charanga y pandereta,
cerrado y sacristía,
devota de Frascuelo y de María,
de espíritu burlón y de alma quieta,
ha de tener su mármol y su día,
su infalible mañana y su poeta.

Para más información, seguid SOS Educación Públia, Educación Alerta y otras páginas que os iré enlazando. Y, si queréis reíros, leed el blog de Lucía Figar (especialmente los comentarios), nuestra ultraderechista consejera de educación…

Nota a posteriori (7/9/11): La mejor explicación de la situación de la educación pública madrileña la he encontrado en Diagonal.

Nueva nota a posteriori (12/9/11): Maravillosa entrevista de Stéphane Grueso a una profesora de educación secundaria.

Educación, autoestima y revolución

Mi vecino está increíble. ¿A que no saben con qué me viene hoy? Pues que es normal que los acampados sean tan incívicos, viniendo de la ESO. Waw. Y eso, meses después de haberme acusado de ingenuo por pretender que se fuera a rebelar esta generación… de chicos de la ESO.

Le intento explicar, pero nada. Él sabe que he dado clases durante trece años, nueve en secundaria y cuatro en la universidad. Pero ya sabéis, hay tres temas que la gente como mi vecino arreglaría en tres patadas: la política, el fútbol y la educación. Y casi todas con métodos eucarísticos (i.e.: a hostias). Le intento explicar que, para mí, el peor problema del sistema educativo es el sistemático machaque de la autoestima de una generación de estudiantes.

¿Ha bajado el nivel educativo? Pues en promedio, creo que no. En algunas áreas, sí. Pero en inglés, por ejemplo, los chavales dan cien vueltas a mi generación. La FP ahora es una enseñanza seria, antes era un cachondeo. En matemáticas el cambio ha sido cualitativo: menos formalismo, más sentido práctico y resolución de problemas. En lengua, historia y filosofía, los muchachos tienen menos datos, pero los profesores ponen mucho más énfasis en su capacidad para razonar y poner sus ideas por escrito. Seamos entonces generosos con mi vecino: el sistema educativo puede haber reducido sus contenidos, digamos, entre un cinco y un diez por ciento. Aceptamos barco.

Pero la caída de autoestima de los estudiantes no ha sido proporcional. Los políticos y los medios se han cebado en esta generación, haciéndoles creer que la rebaja de contenidos era monumental, que no sabían hacer la «O» con un canuto. ¿Es casualidad? No, es un ataque sistemático, con objetivos políticos bien concretos… que ha terminado por fallar.

Todas las generaciones han intentado machacar a la que venía después, haciéndoles creer que valen menos. Es humano, es el miedo a que te supere gente más joven que tú. Mi generación, los nacidos en los 70, también tuvo que oír que éramos increíblemente incultos e incívicos. Mi profesor de filosofía de 3º de BUP nos hizo un test de «cultura general» que sólo aprobamos dos personas de mi clase, y nos mostró las gráficas de resultados desde hacía veinte años, para mostrarnos lo cenutrios que éramos. Pero nosotros sabíamos que éramos buenos. Ese test, le dijimos, estaba sesgado hacia conocimientos típicos de los estudiantes de otra época. Saber geografía no es conocer cuál es el tercer afluente del Duero por la izquierda, sino entender por qué las primeras civilizaciones surgieron en torno a los grandes ríos. Eso le dijimos, el hombre nos presentó batalla… y la perdió.

¿Por qué? Porque teníamos orgullo intelectual. Entonces ocurrió lo que nadie podía prever. El PSOE propuso una reforma educativa socialdemócrata que se gestionó (el PSOE y el PP) con criterios neoliberales (i.e.: sin un duro). Se metió a todos los muchachos con calzador en las aulas de los institutos… y se pretendió que el profesorado hiciera milagros. No contentos con eso, se comenzó una campaña de desprestigio de la calidad del sistema educativo, campaña que hizo más daño aún que la propia falta de dinero, porque los estudiantes, creyendo que sus estudios no sirven para nada… ¿por qué se van a esforzar? La aceptación social de la dificultad de los estudios es una fuente importantísima de motivación.

Imaginaos estudiando una asignatura difícil, y encima teniendo que escuchar que el nivel es bajísimo, que esto que te resulta tan duro, en realidad es elemental en comparación con lo que estudiaban tus padres y tus profesores a tu edad. Es normal que te sientas imbécil, desmotivado y que te sea más fácil aceptar lo que dicte la sociedad para ti con las orejas gachas. Al fin y al cabo, ellos saben más que yo, ¿no? Una generación sin autoestima intelectual es una generación gobernable.

Hace cinco años, eso no era un problema. Los muchachos se iban del instituto y encontraban trabajo a su misma puerta. Trabajos mal pagados, sí, pero si vives en casa de tus padres, ¿qué importa? Mientras mamá me lave la ropa hasta los 30… Por lo tanto, nadie se preocupaba por su autoestima intelectual, el diabólico plan de aborregamiento funcionaba.

Pero estiraron demasiado la cuerda, el paro juvenil subió hasta el 40%… y ha ocurrido lo impensable, la generación de la ESO ha despertado!! Y ahora tiene un motivo de orgullo: han montado una revolución pacífica, tranquila, organizada, bien gestionada. Llevamos ya un mes, y el número de episodios violentos es despreciable, a pesar de mil provocaciones. Las asambleas han producido y difundido miles de ideas interesantes… Con sus fallos, sí, pero seamos honestos: ¿quién imaginó tantísimos éxitos? Ya no es la generación de la ESO, sino la que acampó el 15M.

Paso ya de mi vecino… dedico este post a mis alumnos y ex-alumnos. Y quiero terminar con un consejo para mis compañeros profes. Decid a vuestros alumnos: «Esto es difícil, esta asignatura es dura, y no os voy a regalar nada. Pero lo vais a conseguir, porque sois buenos, y porque tenéis el mejor profesor». 

¿Mis tiempos? ¡Éstos son mis tiempos!

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