Archivos Mensuales: mayo 2012
Cada día un poco más maestros
La lengua castellana, en ocasiones tan sutil, distingue entre profesor y maestro. El profesor enseña. Imparte clases. El maestro educa. Y educar significa, etimológicamente, extraer. El maestro no mete cosas en tu cabeza, sino que te hace salir a buscarlas. Se es profesor en cuanto eres responsable de un grupo de clase. Maestro es un título que te tienes que ganar.
Son las maestras y los maestros quienes encauzan nuestra natural curiosidad por el mundo, y la convierten en el placer de estudiar e investigar.
Sabes que has tenido un maestro cuando hay un día de clase, o quizás una conversación de pasillo, que recuerdas toda tu vida. Porque, en cinco minutos, tu perspectiva dio un vuelco, y eso te causó una alegría y un orgullo que aún resuena en tu cabeza. Un maestro, una maestra, es feliz el día que consigue hacer magia en clase: esos días en los que el grupo te mira embobado, van de sorpresa en sorpresa, se ríen, piensan, se acaloran…
A un maestro le importan un rábano las notas, sabe que la evaluación es un proceso multidimensional que nunca cabe en un número. Le importan sus alumnos, cada alumno. Y le apasionan las cosas que les muestra. Una maestra, un maestro, no trabaja seis horas al día, del mismo modo que un presentador de noticias no trabaja media hora al día, ni un futbolista trabaja noventa minutos a la semana. Lleva el trabajo siempre consigo, es su condena y su pasión. No le entra en la cabeza que estudiar sea un sacrificio. No. Estudiar es un esfuerzo, claro. Y cansa. Sí. También cansa hacer el amor, y a nadie le parece que se haga por sacrificio.
A una maestra, a un maestro, le revienta que se sacralice al temario o los criterios de evaluación. Sus mejores clases son, muchas veces, las que el destino ha llevado por derroteros alejados del programa oficial. Un maestro educa fuera del aula tanto como dentro. Educa, y mucho, cuando circunstancias extra-académicas le dan ocasión de demostrar qué significa tener dignidad, coraje, compasión, tolerancia, simpatía, responsabilidad, madurez y capacidad de reflexión.
Una maestra, un maestro, educa cuando se rebela contra un gobierno indigno y le planta cara, asumiendo las consecuencias. Cuando le explica a sus alumnos que renuncia a un día de su sueldo porque le importa en qué condiciones da las clases. Cuando van juntos a la manifestación y les muestra cómo ejerce la ciudadanía sus derechos democráticos. Cuando les enseña a mantener la calma pese a las provocaciones y les muestra cómo canalizar su indignación.
Y estará educando el día que venzamos. El día que en este país la educación vuelva a ser una prioridad y no un lujo. Ese día la maestra, el maestro, explicará a sus alumnos que las victorias verdaderas se reconocen porque no hay vencidos. Porque ganan hasta los que lucharon en el bando contrario. Sobre todo, de hecho, los que lucharon en el bando contrario. Porque no sólo venceremos, sino que convenceremos.
Estoy orgulloso de mis compañeros y compañeras de la pública, desde infantil hasta la universidad. Cada día somos un poco más maestros.